Un contexto en plena mutación nos exige movilizar de la mejor manera nuestras formidables capacidades de adaptación. Ya sea una situación impuesta o deseada, a veces nos lleva a recurrir a un “cambio de tipo 2”, que implica una transformación del sistema y de sus modos de funcionamiento.

La metamorfosis es una transformación profunda, una muda que hace evolucionar la forma para conectarla mejor con el fondo, con nuestra razón de ser y con la coherencia entre nuestras acciones y el contexto. Es una etapa que puede generar numerosas resistencias, tanto explícitas como implícitas, porque nos enfrenta a nuestra vulnerabilidad. Requiere coraje, perseverancia, reflexividad; no es lineal, a veces es discontinua, y a menudo nos interpela donde menos lo esperábamos. Más que controlarse o decretarse, la metamorfosis se acoge y se organiza.

Debido a que las personas y las organizaciones no están tan familiarizadas con estos procesos de transformación profunda y delicada, que requieren tiempo y compromiso, un acompañamiento externo específico resulta adecuado.